El equipo de los sueños

JM36 DavideBrivio portada
Suzuki Ecstar

 

Contemplando las emotivas imágenes de la celebración del Suzuki Ecstar, tras el merecidísimo título de MotoGP logrado por Joan Mir en Valencia, me vino a la memoria una conocida película de Kevin Costner que tuvo un relativo éxito allá por los 80 del pasado siglo.

‘Campo de sueños’ se titulaba. En ella un granjero escucha una y otra vez una voz que le dice “constrúyelo y ellos vendrán”, refiriéndose a un campo de béisbol donde vuelven a jugar viejas glorias ya desaparecidas.

Sin entrar en más detalles de la película (sensiblera pero bastante entretenida), el pasado domingo un emocionado Davide Brivio me recordó al personaje interpretado por Costner.

En este caso, la variante del argumento es la voz que oyó Brivio en el increíblemente cercano 2014. Los responsables de Suzuki, el más modesto de los cuatro grandes fabricantes japoneses,  lo llamaban para capitanear su regreso a la categoría reina.

Y Davide comenzó a construir su particular terreno de juego. Para ello eligió perfectamente los mimbres con los que tejer la base del proyecto. Ingenieros, técnicos, mecánicos y todo el personal auxiliar que requiere una estructura de MotoGP, llegados de diferentes equipos y con un nexo de unión: la pasión por lograr algo que la mayoría de ellos no habían conseguido: GANAR.

JM36 Suzuki 1

Pero también atesoraban otra característica común, gente de EQUIPO, sin grandes egos que fomentaran disputas y divisiones, algo que el propio Brivio había vivido en carne propia en otras estructuras.

La historia deportiva, no sólo en el motociclismo, nos ha demostrado más de una vez que los egos transforman a los equipos y los convierten en bandas. Quizás bandas ganadoras durante algún tiempo, pero avocadas definitivamente al fracaso. Y este espíritu creado en el Team Suzuki también se refleja en su carácter, con seis temporadas en las que hemos visto como mantenían el tipo en la derrota, sin un mal gesto y sin buscar culpables, y celebraban el éxito igualmente desde el primero al último. Perdemos todos o ganamos todos, esa fue siempre su filosofía.

Por último, en la cúspide de la pirámide, están los pilotos. Y por la casa de la gran ‘S’ han pasado unos cuantos en estos seis años. Trabajadores infatigables como Aleix Espargaró, ‘rookies’ impacientes como Viñales, ‘modelos’ como Iannone y, finalmente, una dupla mágica como la formada por Alex Rins y Joan Mir que los han convertido en la mejor pareja de 2020.

Además, detrás de ellos, encontramos a otro piloto, que sin buscar protagonismo, se ha convertido en una de las piedras angulares del proyecto y este no es otro que Sylvain Guintoli, todo un campeón del mundo del WorldSBK que ha trabajado en la sombra para hacer de la Suzuki la mejor moto de la categoría sin destacar ostensiblemente en nada.

2020 world champion
Suzuki Ecstar

Porque la mejor MotoGP no tiene por qué ser la más potente, la de mejor chasis o la que tenga la aerodinámica más trabajada. La mejor moto en un campeonato tan igualado mecánicamente es la que permite a sus pilotos hacer trabajar mejor a los neumáticos y optimizar su duración. Y ahí es donde se ganan las décimas por vuelta que se necesitan para triunfar actualmente en la categoría reina. Con el ‘campo de sueños’ de Suzuki ya totalmente abonado, arrancó la temporada 2020, la del centenario de Suzuki y de los 60 años en competición. Un año marcado por la desgracia del COVID en el que el milagro Suzuki y la maravilla Mir nos devolvieron, al menos por un rato, la sonrisa. Un curso en el que el pequeño equipo se hizo cada vez más grande, más presente. Entrando de puntillas para acabar como gigantes.

Y llegó Valencia, y como en la película, en un campo vacío de espectadores, las leyendas de Hamamatsu volvieron a rodar. Los Degner, Anderson, Anscheidt, Braun, Sheene, Luccinelli, Uncini, Schwantz y Roberts Jr escoltaron a Joan Mir hasta el olimpo de los campeones.

Suzuki, Brivio y toda su entusiasta troupe vieron finalmente cumplido su pequeño gran sueño. Y todos fueron Joan Mir por un día. Porque en estos seis años nunca dejaron de soñar en común.

Y ojo, que el sueño aún no ha terminado.

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