El hijo pródigo

Hace tan solo una semana escribía aquí que ojalá a Maverick Viñales su nueva vida familiar le trajera el sosiego que necesitaba.
Hoy, siete días después, no sé si este es el factor que ha provocado el ‘click’ que necesitaba el piloto de Roses, pero sin ningún lugar a dudas, el Viñales que vimos este primer fin de semana en Qatar es un piloto de MotoGP muy distinto al de sus últimos años en Yamaha y más próximo a aquel que deslumbró en su debut con la todavía por entonces Suzuki “a medio hacer”.
Y no me refiero al recital de pilotaje ofrecido el domingo en carrera, porque con exhibiciones de ese tipo ya nos había deleitado Maverick en otras temporadas, sino por la actitud mostrada, aunando alegría y agradecimiento a su box como pocas veces hemos visto.
Un box al que Viñales más de una vez ha maltratado con declaraciones y hechos a destiempo pero con el que parece haberse reconciliado tras los muchos, quizás demasiados, cambios realizados en los últimos años. Razones que también han acabado restándole algo de respaldo entre los aficionados, que siempre han esperado ese plus de talento que el catalán atesora y no ha acabado de mostrarnos escondido entre excusas.




Por si fuera poco, por ahora, existe una buena sintonía entre Viñales y Quartararo, otra novedad en el Team Yamaha, donde ni se recuerda cuando fue la última vez que se dio este buen rollo entre dos primeros espadas de la marca de los diapasones.
Esperemos que Mack haya cerrado por fin un capítulo de su carrera y con estos nuevos mimbres haya escrito en Qatar la primera página de un libro distinto a los anteriores.
Sin embargo, a la gran cabalgada completada bajo los focos de Losail, en la que el #12 marcó un ritmo demoledor desde el arranque, con adelantamientos quirúrgicos a la par que despiadados y como guinda, la frialdad con la que se separó de sus perseguidores hasta la bandera a cuadros, le faltó un verdadero antagonista que le diera la réplica.
Pocos dudan de la inmensa calidad de Maverick por lo que todos echamos de menos algo que ni siquiera ha llegado a producirse y es ver una temporada completa de MotoGP con duelo mano a mano entre él y el campeonísimo Marc Márquez. Un sueño húmedo que todos los aficionados españoles han ansiado disfrutar cual duelo Sito-Garriga trasladado al siglo XXI.




MotoGP necesita duelos a muerte (deportivamente hablando) bajo el sol. Necesita combates cuerpo a cuerpo como los Viñales-Márquez que nos han sido negados hasta ahora y que con la efervescente irrupción de Joan Mir bien pudieran ser a tres bandas, porque el mallorquín también demostró en Qatar que defenderá a cara de perro su más que merecido título. Tres ‘killers’ que peleando por un título, podrían llevar al paroxismo a los aficionados patrios.
Quede claro que afirmar esto no es desmerecer al resto de actual parrilla en la categoría reina, pero hasta el momento y por trayectoria, estos tres pilotos son los que han demostrado tener ese extra necesario para ser campeones del mundo de MotoGP en la actualidad. A los demás, o les falta aún la necesaria experiencia, como a Bagnaia, o saber gestionar la presión, como a Quartararo, o adaptarse a una nueva moto, como Pol Espargaró o un punto más de agresividad como a Morbidelli.
Ojalá, con la esperada y pronta recuperación de Márquez, esta anhelada fiesta se celebre en 2021 y ojalá se le añadan más invitados, que en MotoGP el aforo no es limitado y los aficionados ya están vacunados para emociones fuertes.