SAUDADE
El arriba firmante, que tiene una remota ascendencia portuguesa, siempre ha visto el acontecer de la vida con cierta saudade y el pasado GP de San Marino de MotoGP fue una carrera que dejó ampliamente esparcido este sentimiento.
Para aquellos que desconozcan el término portugués, este no tiene traducción alguna y la definición más extendida la dio, allá por el siglo XVII, Manuel de Melo: ‘Bem que se padece e mal de que se gosta’, que traducido sería, ‘bien que se padece y mal que se disfruta’, aunque una definición más actual sería la de un estado emocional, entre la pena y la felicidad, que mezcla tristeza con afecto.
¿Y qué demonios tiene esto que ver con MotoGP? Pues mucho, al menos el domingo pasado.
Porque saudade, y más con ese acento mezcla de italiano y portugués, fue lo que transmitió Franco Morbidelli en sus declaraciones tras ganar en Misano, reconociendo como repasó toda su vida deportiva en las últimas vueltas de la que sería su primera victoria en la categoría reina.
Porque él sabe mejor que nadie lo duro que ha sido su camino: el trágico destino de su padre, un expiloto que siempre lo apoyó, el año en blanco que pasó por falta de fondos tras despuntar en la Cuna de Campeones valenciana, sus difíciles inicios en Superstock 600 hasta que, por fin, llegó la ayuda de la Federación Italiana y de Valentino Rossi y su VR46 Academy.
Celebrar un triunfo recordando toda esa agridulce mezcla fue pura saudade. Pero Morbidelli no fue el único; Valentino Rossi fue el siguiente.
Perder el podio número 200 de su carrera deportiva en la última vuelta, en casa, delante de sus paisanos de Tavullia y después tener que celebrar el doblete de sus pupilos fue un completo ‘mal que se disfruta’, absoluta saudade para Rossi. Como dijo el propio Valentino: “Lástima haber perdido el podio en la última vuelta, pero para nosotros fue un día inolvidable, la culminación de un sueño nacido casi por diversión hace ahora 7 años”.
Otro con saudade, con añoranza de tiempos mejores y al mismo tiempo celebrando ser el nuevo líder de MotoGP fue un Andrea Dovizioso cada día más difuminado, una sombra de aquel que consiguió doblegar en más de una carrera al todopoderoso Márquez. Ahora, Dovi vaga como alma en pena por la temporada, si exceptuamos aquella exhibición de rabia en el Red Bull Ring, y con un futuro (2021) más negro que los Michelin a los que acusa de su desgracia, todo ello encabezando el mundial más descabezado de la historia. Nunca vimos un líder del campeonato tan abatido, tan poco líder, tan apático.
Y el último con saudade es el ausente siempre presente. Aquel que a pesar de perderse el campeonato está viendo cómo no tiene RIVAL, con mayúsculas, aunque no corra; tiene rivales, en plural y con minúsculas. Pilotos que siguen peleando por ganar carreras con todas sus ganas pero que ni se plantean dominar la categoría. Y dominar no es vencer y desaparecer el siguiente fin de semana. Ni siquiera es tratar de ganar cada carrera. Es causar desasosiego en tus rivales con tan solo tu presencia en parrilla. Pero está visto que este año les viene grande a todos.
Y esto último, amigos, creo que nos causa saudade a todos, porque disfrutamos con la emoción de no saber quién subirá al podio el siguiente domingo de carreras y, al mismo tiempo, nos entra la melancolía recordando tiempos en los que había duelos por el título casi en cada carrera, unos tiempos que parecen muy lejanos ya.
A este paso, todavía montan al Cid en su caballo y les gana a todos, no lo descarten.
P.D. El único hálito de aire fresco es ver a Mir, Joan Mir. El único que parece no tener el influjo del derrotado a priori por un piloto que no está. Nuestra última esperanza 2020. Ojo a él.