UNA VICTORIA NECESARIA

Maverick Viñales ganó, por fin, una carrera en este inefable 2020. Y su particular celebración (desde la vuelta de honor a su viaje a Madrid) demuestra que esta victoria era muy necesaria para este piloto.
Lo adelanté en esta sección la semana pasada: había una nueva “marea de pensamiento único” en forma de acoso y derribo contra este piloto. Y mi alma de salmón canadiense (entiéndase ir siempre contra corriente) se puso en marcha, una vez más.
Porque yo mismo he sido, en el pasado, uno de los más críticos con Maverick. Fui el primero en contar que prescindía de Ramón Forcada (y llamé al jefe técnico antes de publicar) y revelé, porque era verdad, que Viñales llamaba a la puerta de Suzuki; o que le llamaban de Ducati, en 2019.
De hecho, sigo pensando que el mayor error estratégico de este piloto desde que está en MotoGP es la de renovar, las dos veces que lo ha hecho con Yamaha, en pretemporada. Y especialmente la última vez. Sigo creyendo que la Ducati es mucho mejor moto para su estilo de pilotaje.
Todo esto es lo de menos, en este momento. No importa Iwata (Yamaha) ni Clermont Ferrand (Michelin) ni mucho menos Suiza (FIM) o España (Dorna) en estos momentos. Importa el piloto; que ha ganado, por fin. Después de volar en la pista cuando no están los puntos en juego; y hundiéndose después, cuando se apagaba el semáforo del domingo.
Lo relevante es no caer (una vez más) en la tentación de subirse al carro que más corre a cada momento. La semana pasada parecía que si no criticabas a Mack, no sabías de motos. Y afortunadamente, el protagonista ha frenado esta marea con el mejor de los diques: la victoria.




También es verdad que el mantra de “un piloto vale lo que hizo en su último Gran Premio” ha tomado una fuerza especial en una temporada de “tensión continua” como esta. Quedan siete fines de semana de infarto hasta el 22 de noviembre en Portimao. Y solamente habrá dos de descanso, sin carreras.
Por supuesto que Viñales debe confirmar lo conseguido. Por descontado que este artículo tiene la vigencia del momento en el que está siendo colgado en la red. Y que nadie tenga la menor duda de quién es el primero que lo sabe: el piloto.
El pasado lunes, Maverick se montó en su coche, en Gerona; y condujo hasta Madrid para salir en la tele. También hay trenes, le decía Broncano; que no caía en la cuenta del riesgo de contagio que ha dejado a Jorge Martín apeado de la pelea de Moto2, pongo por caso.
Viñales acertó con el viaje, por una razón: hizo lo que le pedía el cuerpo en ése momento. Y hoy le conoce (como un tío genial, además) más chavalería en España por regalar una Yamaha en La Resistencia en vez de por ganar una carrera con esa marca, en MotoGP.
Todo este resurgimiento de Maverick tendrá que ser confirmado, en Montmeló, en Le Mans, etcétera. Pero háganse un favor: no compren carroña a la primera, se lo suplico. Ningún piloto se lo merece, jamás. Y en una temporada de resultados paupérrimos (de todos, por ahora) mucho menos. Por eso es, esta victoria de Viñales, tan necesaria: para nosotros mismos.