Yo ya lo dije…
Bienvenidos a mi ejercicio de clickbait semanal, querida parroquia. Hoy vengo titulando con sesgo envenenado, porque el “yo ya lo dije” que traigo sobre Marc Márquez es muy anterior al arranque de MotoGP en Jerez. No. Ni una palabra sobre la lesión de Marc y mi artículo de la semana pasada. Solamente puedo y debo enviar mi más sincero deseo de una total recuperación del piloto antes de que reaparezca en pista. Me toca sufrir (también la incomprensión) en silencio cuando vienen mal dadas. Pero, hablando con mi querido Lucio sobre las cosas que pasan cuando uno escribe como Marc pilota (al límite; y fallando, a veces) recordábamos juntos un artículo publicado en el inicio del confinamiento: Virus y cabeza.
En uno de esos párrafos que tanta ampolla levantan defendí que la fortaleza mental de Marc, para volver a luchar por el título cuando el virus le dejara, estaba más amenazada que la fortaleza económica de Dorna para sujetar el mundial, hasta que pudiera volver a celebrarse. Y hoy vengo con el “ya lo dije” porque sigo convencido de algo que (lo reconozco) me obsesiona: la manera tan desmedida que tuvo Marc de enfrentarse al inicio forzado de MotoGP, a esa primera carrera de Jerez en la que los pájaros se caían de los árboles del calor que hacía. Marc Márquez no llegó con la “cabeza en su sitio” a Cádiz: cada día que pasa y cada historia que me cuentan (y que ya iremos relatando) me convencen más y más de ello. No hablo de una acción concreta, sino del conjunto; de una situación de ansiedad que no es normal en este piloto. Todo lo demás fue un carrusel de fichas de dominó que se iban derribando unas a otras. Y para mí se demostró lo que pensaba: que el retraso del arranque de MotoGP por la crisis del coronavirus afectaba, en primer término, a Marc y a sus aspiraciones del “suma y sigue” en el que estaba embarcado con la superioridad de 2019. Empatando a nueve a Rossi, en 2020, o sea.
Queridos odiadores de internet: esto es cualquier cosa menos una crítica al piloto; a cuyo pundonor y carisma debemos, todos, un reconocimiento sincero. Esto es un recordatorio de un concepto que no es privativo de MotoGP, sino de la vida pública en general: nos faltan datos, nos esconden información. Y, al final, nos conformamos. Ni siquiera la pedimos. Es una paradoja, pero en la era de internet y las redes sociales la saturación genera desinformación; puesto que cada vez se profundiza menos y los titulares mandan. Y casi nadie (en el caso de un piloto de la cabeza, experiencia, actitud y control de Marc Márquez) se pregunta por qué se enfrentó a aquel ya lejano Gran Premio de España como si tuviera que ganar el título en la primera carrera. Embelesados por el circo, nos quedamos en que Marc siempre ha sido así y esta vez le salió mal. Y punto. Y nos engañamos a nosotros mismos, digo yo. Márquez había aprendido (desde 2015) a correr cada carrera pensando en el campeonato. Es verdad que a veces le fastidiaba esa disciplina mental, pero el resultado (título por año) le compensaba. No se queden en el titular, parroquia. Trasciendan del tuit viral, miren más allá. Abran las ventanas de su mente: no se van a romper ningún hueso haciéndolo. Porque la mayoría de las veces la verdad siempre deja un pequeño rastro para ser encontrada. Incluso dentro de cada mentira. No hay tuit que la tape del todo.