La osadía de Jorge Lorenzo

De todas las noticias que el “Apocalipsis Vírico” ha demolido en el mundo y en el mundial, el retorno de Jorge Lorenzo a la competición (aunque sea solamente para una carrera) es una de las más importantes dentro del paddock. Lo que pasa es que, obviamente, cuando MotoGP está lidiando con su propia existencia en 2020 es difícil prestarle atención a nada más. Para ser más dramáticos, aún: es absurdo debatir sobre si Lorenzo debe o no recibir el famoso metacrilato del “Legend” en Jerez, cuando es el Gran Premio de España en sí mismo lo que está en el aire.

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Y lo mismo pasa con el Gran Premi de Catalunya, a la sazón la carrera de MotoGP elegida por Jorge para hacer su “Wild Card” con Yamaha, en el año en el que tenía, hasta hace muy poco tiempo, contrato con Honda. Efectivamente: ni siquiera sabemos si iremos a Montmeló, ni cuándo, ni para qué. No descarten nada: igual se corre dos veces cada finde que la FIM consiga convocar a todo el circo bajo la misma carpa… Pero esto es la “Recta de Atrás” de MRN y, mientras todos hablan de cómo va el fin del mundo cada vez que sale el sol, yo sigo prefiriendo hablar de la portentosa luna llena que alumbra la noche. Porque, por cierto: también es información. Vamos a contarla.

La osadía de Jorge Lorenzo es uno de los hitos más importantes de la historia de MotoGP; y tendrá mucho más recorrido de lo que se presume en estos tiempos azarosos. Por una razón fundamental: ha destapado una monumental mentira perpetrada en los compases finales de la temporada 2019. Y ha sentado un precedente (ya adelantado por el caso Zarco) que será determinante, incluso, en el futuro cumplimiento del contrato firmado por cualquier piloto de la Clase Reina, empezando por el mismísimo Marc Márquez y sus flamantes cuatro años (que siguen siendo, cinco) de renovación. Hasta dejar a una novia va a ser más difícil que dejar a una fábrica, en el futuro…

Siempre he dicho lo mismo y en todas partes: Jorge es la PERSONA (así, con mayúsculas y por encima de su condición de piloto) más sincera que he conocido en MotoGP porque fue el único capaz de decirnos a la prensa (y mirándonos a los ojos) que cuando nos tenía que mentir, nos mentía. Por eso, en Cheste decidí no participar en aquel abrazo (o aquelarre) de despedida, el domingo después de la carrera. Se suponía que era la última vez que Jorge comparecía ente los medios; y parecía que se iba a vivir a Marte, haciendo escala en Bali.

Sabía que había muchas cosas que no eran verdad, en ese momento. Y por cierto: esto sí que es «de verdad» y además, me encanta. Bien por Jorge. Porque, estando de acuerdo con mi compañero de web Manolo Fernández sobre el derecho a competir que debe ganarse un piloto invitado a un Gran Premio, creo que el pentacampeón (y para mí “tenedor vitalicio” de tal derecho) acierta volviendo a abrir un libro que no solamente estaba mal cerrado: es que alguien se lo había robado de la estantería.

La información que hoy quiero trasladar a las virales (que no víricas) páginas de MRN es que el mosqueo de lo que se conoce (otro eufemismo impenitente) como “la familia del paddock” es muy importante con esta decisión de Jorge Lorenzo. Insisto: el jaque sanitario al que está sometido MotoGP ha diluido exponencialmente la cuestión; pero no se olviden del tema: bien entrado el mes de abril tal vez nos hayamos olvidado bastante del coronavirus y el “rebote informativo” vuelva a poner en el candelero una osadía que, en Montmeló, puede tener mucho recorrido. Y bastantes consecuencias, incluso, en la lucha del campeonato.

Las palabras y el lenguaje corporal de Aleix Espargaró hablando del tema en los micrófonos de Dazn (“si te retiras, te retiras…”) reflejan el sentir generalizado en el paddock, ahora dividido y confinado en sus respectivas casas. Jorge Lorenzo volverá a disputar un Gran Premio y lo hará para probarse a sí mismo; para no cerrar ningún libro, sino para pasar la página que le habían borrado del índice de su propia biografía. Cuando eso suceda, hará lo que ya ha demostrado que es capaz de hacer: lo que le dé la gana. En Cheste cantaba la canción “Libre” de Nino Bravo en su motorhome junto a sus allegados. Un LIBRE que no exhibe ahora para conducir un TAXI, sino para volver a ser lo que siempre fue: un PILOTO de carreras, en MotoGP.

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