La ansiada miradita de Jorge Martín a Pecco Bagnaia
Ya, ya sabemos que a Carmelo Ezpeleta no le gustan las rivalidades extremas, esas que inevitablemente conllevan que dos pilotos marquen distancias entre ellos y dejen las cordialidades y el trato personal, esas cualidades que no suman puntos en la clasificación general (y espero no haber aportado ideas nivel Hello Kitty que tanto gustan ahora) y que, viendo lo visto, tampoco parecen sumar audiencias. Ya sabemos que el buen rollismo reina en el nuevo paddock de reels, logos y stories María Pombo replica. También sabemos que MotoGP es una competición, ¿verdad?
Ya, ya sabemos que no queremos futbolización de MotoGP, gente citándose en las RRSS para darse de ostias en uno u otro GGPP con la excusa de una rivalidad, rivalidad que llevó a MotoGP a creerse que tenía un producto que triunfaría en la modalidad de pago por visión sólo por la simpatía de ver a los pilotos bromeando entre ellos sin importar quién ganase la carrera o subiese al podio.
También sabemos, y Ezpeleta el primero, que las rivalidades en MotoGP, y anteriormente en 500, y anteriormente en 250, son las que han llevado al motociclismo a cotas de popularidad que pocas veces habríamos podido soñar. Que les pregunten a los que fueron a recibir a Sito y Garriga en 1988, que les pregunten a quienes vieron los duelos entre Schwantz y Rainey, entre Doohan y Crivi, entre Rossi y Biaggi, entre Rossi y Sete, entre Lorenzo y Pedrosa… que les pregunten a quienes han oido hablar de aquellos duelos mientras que ahora oyen y creen el mantra de que no importa ganar, importa estar en MotoGP. Y no hubo futbolización ni citas para repartir ostias que valieran.
¿Sabéis qué vimos en el Gran Premio de Japón? Vimos motociclismo puro y recuperado, vimos cruel competición en la que sólo puede quedar uno y todo ensombrecido por la formación de la parrilla 2024. Como un noticiario de deportes cualquiera, se habla por compromiso del partido, y se dedican páginas y minutos a especular sobre las plantillas de la próxima liga. No temáis por la futbolización que ya se instauró hace tiempo desde los mismos medios e incluso se promueve desde la misma organización: vale más un remolque lleno de influencers poniendo caritas que una carrera de Moto2. Como en el fútbol, vale más un comentario de Mbappé (que sigo sin saber quién coño es) que cinco victorias seguidas de un equipo de media tabla. Quien diga que la futbolización es tener hooligans en la grada no es consciente de hasta qué punto nos la han metido doblada con el motociclismo actual y su atención fuera del asfalto, el césped de las motos (y si no, ved las carreras de SBK en Portimao. Vedlas por favor).
Y no se trata de criticar sistemáticamente a este mundo, a Dorna o a MotoGP, es que hacía unos cuantos años que no veíamos un gesto como el de Jorge Martín. Un gesto que hizo grande a este deporte. Un gesto de rivalidad y competición.
Hoy me veo obligado a darle las gracias a Jorge Martín, porque gracias a él durante un segundo y medio recuperamos la competición y rivalidad perdida en MotoGP. Y no fue durante la carrera, ni durante la clasificación, fue en el Pit Lane cuando la carrera se vio terminada y buscó con la mirada a Pecco Bagnaia camino del corralito que habitan los que tienen derecho a podio. Vimos el reto, la insolencia, la voluntad, la rivalidad que plantea Martín a Bagnaia mientras que el italiano, fíjense bien, aparta la mirada y le saluda estoicamente.
PD: nótese la segunda mirada atrás de Martin. pic.twitter.com/J8NeuhaRlj
— MotoRaceNation (@MotoRaceNation) October 1, 2023
Por fin un duelo a seguir en el final de temporada, por fin un campeón reinante y un contendiente rebelde: ¡¡motociclismo y competición!!. Un mano a mano, entre pilotos, entre equipos y con el compromiso de una Ducati que, a regañadientes, se verá obligada a no dar órdenes de equipo como las que «no» repartió en 2023. Quizá Jorge Martín pueda devolvernos MotoGP no sólo por recordarnos aunque sea por un segundo y medio la competitividad perdida entre pilotos, sino por poner en un brete a Ducati viendo como el piloto que no quiso llevar al equipo oficial les vence. Un brete que abrirá el debate interno de establecer diferencias entre equipos oficiales y satélites, diferencia que a día de hoy volvería con un filtro más efectivo entre los pilotos que lleguen a los equipos oficiales: eliminar todas esas gadgetocosas que hacen que todos rueden en el mismo segundo, primar la competición entre pilotos. Primar el talento, no el dominio del holeshot.
Qué lástima, qué ocasión perdida ante todo el culebrón de Marc que todo lo lapida, hasta al mismo deporte en el que habita. En el Gran Premio de Japón tuvimos, tras unos cuantos años, un segundo y medio de motociclismo gracias al instinto de piloto de Martín y aún nos seguimos preguntando por el futuro de un piloto que tiene la vida asegurada hasta la tercera generación antes que preguntarnos porqué perdimos el motociclismo por el camino.
Gracias Jorge por traerlo de vuelta.